A un año del inicio del genocidio en Gaza, los palestinos aún no tenemos minutos de silencio, ni duelos, ni postraumas.
A un año del inicio del genocidio, estamos en el mismo lugar que hace 365 días. En realidad, son 365 días y 76 años; ese es el tiempo que llevamos gritando. Nosotros, los palestinos, habitamos el trauma, el exilio y la deshumanización.
Los palestinos de la diáspora transitamos el mundo con una cicatriz. Algunos la llevan en forma de llave, como recordatorio del hogar que nos fuera usurpado; otros se tatúan la patria en la piel, y otros la llevamos en el corazón. Es una marca que está presente, aunque no nos demos cuenta. Es el trauma generacional de haber sido expulsados de nuestra tierra. Desde el 7 de octubre, esa cicatriz se ha vuelto una herida abierta. No sabemos dónde guardar las emociones, porque no nos caben en el cuerpo.
Lo que sentimos nosotros no es rabia, no es ira, no es pena, ni tristeza, ni siquiera es devastación. Así como no hay palabras para definir la crueldad y la impronta homicida del sionismo, el español no posee una que refleje nuestro estado emocional. Pero en el árabe existe una: Qahar.
Qahar es tomar la rabia y dejarla hervir a fuego lento; le agregas injusticia, opresión, racismo y deshumanización, y lo cocinas por cien años. Cuando tratas de hablar de esto, nadie te escucha; entonces todas estas emociones se alojan en tu corazón y se quedan viviendo en tus células, hasta que se convierten en tu marca genética que se transmite por generaciones. Un día ya no puedes respirar. Esta ira macerada y fermentada, te inunda y exige ser liberada, y entonces lloras, y el ciclo vuelve a empezar.
Los palestinos no tenemos voz. Como muchos pueblos oprimidos, ni siquiera se nos permite expresarnos. Los líderes justifican la masacre, las redes sociales censuran nuestro contenido, los medios de comunicación con algo de suerte nos nombran, y lo hacen de forma despectiva o con voz pasiva. Dicen que los palestinos mueren. No, señores, los palestinos no mueren, ¡a los palestinos nos asesinan!
Si nos exaltamos, si mostramos un ápice de emoción, nos dicen extremistas, apoyadores del terrorismo. ¿Nosotros, terroristas? ¿Cómo deben calificarse entonces los actos genocidas del Estado de Israel?
Los palestinos tenemos rabia, tenemos ira, tenemos Qahar, y tenemos el derecho a tenerla, al menos debieran permitirnos eso. Al menos, hasta que el pueblo palestino logre, por fin, ser libre.
Stephanie Elías Musalem, columa de opinión publicada en BíoBío.